En
equipo, hay que saber estudiar, de manera constante, las emociones de
los demás, tanto las positivas, como las negativas. También, hay
que saber identificar los amagos, saber identificar las expresiones,
las miras, los gestos... El objetivo final: poder neutralizar las
situaciones de riesgo y saber comunicarse, mucho mejor, teniendo en
cuenta el estado emocional, en el que está el interlocutor.
Y,
es que, controlar el humor, en el ámbito del trabajo, o en nuestra
vida, en general, es muy importante. Cuando el ánimo se ponga patas
arriba, las consecuencias, que puede tener sobre nuestro trabajo, van
a ser muy numerosas. Esta comprobado que la productividad se reduce,
se llegan a desencadenar numerosas tensiones, con los compañeros,
incluso, con nuestro propio jefe... Y, no tenemos la posibilidad de
gritar o levantar la voz. Por esta razón, debemos ser muy
responsables, para poder enfrentarnos a estos problemas. Pero, en
ocasiones, por nuestro bien, deberíamos escuchar esa cólera,
porque nos está indicando que nos sentimos frustrados, que tenemos
un deseo, que no ha sido respetado. Pero, hay que tener cuidado, a la
hora de desahogarte con tu propio jefe. A él, jamás, le vas a poder
gritar, levantar la voz, insultar, recriminar... y, un “pronto”
puede provocar que pierdas tu puesto de trabajo.
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